Ocho generaciones

La Farmacia Soler Miret ha mirado siempre de cara a la sociedad que la vio nacer en 1751

La esquina de las calles Sant Gregori y Sant Gervasi donde está situada la Farmacia Soler Miret desde 1854

La historia nunca es caprichosa, sino que está sustentada por un fuerte entramado de raíces desde donde crece con una dirección. La relación causa-efecto es clara. De esa primera raíz se puede adivinar su belleza y grandiosidad y hacia dónde crecerá en el devenir de un tiempo remoto. En el caso de la Farmacia Soler Miret, su historia se remonta a un frío invierno de 1751. Casi nada.

Ramon Miret Montserrat. El primero. El gran patriarca de ocho generaciones interrumpidas de farmacéuticos. Este hombre nacido en 1728 en la pequeña localidad de Sant Martí Sarroca entró a trabajar como aprendiz en la botica de su pueblo con apenas 14 años y allí se convertiría en el gran patriarca de la más antigua generación de farmacéuticos de Catalunya.

Atentos a esta fecha, el 12 de diciembre de 1751

Ramon Miret Montserrat. Un nombre como cualquier otro. Nada indica en ninguna de estas tres palabras excepcionalidad alguna. Y, sin embargo, encierra tanta historia. Poco se sabe de su apariencia. Chico en estatura, fuerte de constitución, calmado en el temperamento y cercano en el tú a tú. Poco más. Al crecer, continúa sus prácticas de farmacia en la capital, Barcelona, hasta que el 12 de diciembre de 1751 consigue el título de apotecario oficial concedido por el Tribunal del Protomedicat de Catalunya. La alegría es inmensa. Sólo tiene 19 años. Es joven, lleno de energía y con ganas de dejar su impronta en el pueblo que le vio nacer, al que se siente muy unido.

De esta forma, con ayuda de la familia, da el nombre de Miret a la farmacia de Sant Martí Sarroca. Hay que nombrar al amor para hacerlo tuyo. Ama su trabajo. Ahora la farmacia es suya. Al morir su progenitor, se convierte en el gran hombre de la casa y la Farmacia Miret abre su leyenda. Es entonces cuando se casa con Margarida Fisonell, con la que tendrá tres hijos farmacéuticos. La saga ha comenzado.

Sant Martí Sarroca, donde empezó todo

Sant Martí Sarroca es un pequeño pueblo del Alt Penedés lleno de encanto, cuya iglesia de Santa María es toda una joya románica. Con más de 3.000 habitantes, su castillo, en lo alto de la colina que sustenta al pueblo, se remonta al año 1.000. La Farmacia Miret estaba situada en el centro del pueblo, cuando todavía no tenía ni mil habitantes. Ramon Miret Montserrat los conocía a todos y procuraba su bienestar. Su hijo primogénito seguirá sus pasos, observará cómo trata a la gente, cómo crea esos vínculos, y verá que un farmacéutico no es sólo un vendedor, es también un amigo,un confesor, un confidente, un médico avant la lettre.

Ramon contrae matrimonio con Margarida Fisonell y su primer hijo, Viçens Miret Fisonell heredará el amor por el oficio. Él será quien iniciará la relación de los Miret con Vilanova. Pero eso es adelantarnos demasiado en esta apasionante historia.

La modernidad se hace hueco en Catalunya

Viçens, según los escritos, es un calco de su padre, un hombre serio, ambicioso y con don de gentes. Como su padre, también viaja a Barcelona muy joven para foguearse en el oficio. Lo hace en la botica de Pau Anton Bertran i Custó. Las aglomeraciones de la gran capital difieren mucho del trato directo de su pequeño pueblo, pero aprende rápido y aprende bien.

Consigue el título el 1 de abril de 1774 y a la muerte de su padre pasa a encargarse en solitario de su farmacia, de la Farmacia Miret, la farmacia de todos. Trabajará incansablemente hasta el último día. Muere en 1827, cuando la modernidad empieza a hacerse un hueco en Catalunya. Sólo dejará un único hijo de su matrimonio con Gertrudis Montserrat. Los Montserrat vuelven a escena. Quieren que tenga el nombre de su abuelo y también lo llamarán Ramon Miret Montserrat.

No hay endogamia, sólo respeto.

El segundo Ramon Miret Montserrat

El niño nace en 1792 y su llegada sólo trae alegría a la casa. Vivirá en la farmacia, jugará en la farmacia, aprenderá en la farmacia. Su destino está más que prefijado. Consigue el título oficial de apoticario del Protomedicat de Madrid. Estamos en el 15 de julio de 1814 y su padre le animará a salir del confort familiar y probar sus dotes en otras farmacias. De esta forma, llegará a la Farmacia de Antonio Almirall de Vilanova i la Geltrú.

Vilanova ya conoce a los Miret y ya no querrá deshacerse de ellos. El joven Ramon se enamorará de María de la Mercè Marcé, cuñada de Antonio Almirall. Pasa a menudo por la farmacia. Los dos se quedan prendados uno del otro. Él es más joven. Ella no sabe lo que siente, pero vuelve una y otra vez a la farmacia. Antoni Almirall se ríe. Qué raro y extraordinario nos parece el amor joven. Los vínculos con la capital del Garraf se estrechan.

Almirall, cansado, acabará por arrendar su farmacia al joven Miret, pero éste se ve obligado a volver a Sant Martí Sarroca ante la súbita enfermedad de su padre. Durante un tiempo, irá y vendrá, de Vilanova a Sant Martí, pero las raíces todavía tiran y acabará por quedarse en la farmacia de su padre. Tendrá dos hijos con María de la Mercè Marcé, también farmacéuticos. El mayor, Vicenç Miret Marcé será quien se instale definitivamente en Vilanova, cumpliendo el sueño interrumpido de su padre.

Vilanova siempre es una historia de amor

El primogénito nace movido. Es uno de esos niños que no se mueve, arrasa. Inquieto, curioso, explosivo. Mira a sus padres y comprende poco a poco que quiere la misma vida. En 1835, con apenas diez años, ya hace de aprendiz en una farmacia en la plaza del Pi de Barcelona. Conocerá todo tipo de gente, vivirá mil y una aventuras y acabará por aplacar tanta excitación y aprenderá a dirigir bien su entusiasmo.

El 28 de febrero de 1844 se gradúa en la Facultad de Ciencias Médicas de Barcelona y pasa a trabajar con su padre en San Martí Sarroca. Sin embargo, tras casarse en 1853 con Dolors Socies i Rubió decide dejar el pueblo y establecerse en una ciudad que conoce muy bien y que está en rápido crecimiento, Vilanova i la Geltrú. Allí verá nacer a sus ocho hijos, ocho nuevos Miret.

El 19 de noviembre de 1854 la Farmacia Miret se establece definitivamente en la esquina de la calle Sant Gregori con la Plaça de les Neus. La compra a Joan Sans i Figueres, que quiere jubilarse y dejar la farmacia a un lado. Vicenç Miret trabaja mucho, pero no acaba de estar satisfecho de la ubicación del local. Poco más de un año después consigue otro local más céntrico en la misma calle Sant Gregori, esquina Sant Gervasi, un lugar comercial muy concurrido.

Cinco generaciones ininterrumpidas y contando

Vicenç y Dolors, trabajadores incansables, tienen cinco hijos. ¿Farmacéuticos? Por supuesto. Dos. La sangre tira y la presión por continuar la saga es fuerte. El mayor, llamado Vicenç en honor a su padre y tatarabuelo, quiere ver mundo antes de saber si quiere seguir los pasos familiares. Sus ansias de aventura lo llevarán a Filipinas, donde encontrará el emplazamiento perfecto para su volcánica sensibilidad. El pequeño, Martí, será el que se encargue de la ya centenaria farmacia.

La tragedia llama a la puerta de los Miret. Empiezan a ser como los Buendía de García Márquez, pero con barro e industrialización en lugar de realismo mágico. Martí Miret Socies entra en la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona. La ciudad está eufórica, con la gran Exposición Universal a las puertas. En 1886 consigue el título. La felicidad es máxima. Cinco días después muere su padre, como si hubiese esperado a su hijo para poder retirarse en paz de su farmacia. Vicenç no tendrá más remedio que heredar el negocio familiar.

En 1893 se casa con la guapa Concepció Marqués Roca y juntos llevan a la saga Miret al siglo XX. Su primer hijo, Vicenç, nombre familiar por excelencia, será el encargado de continuar esta «nissaga» imposible de romper. el 18 de abril de 1913 consigue el título de farmacéutico e inmediatamente para a regentar la farmacia de la calle Sant Gregori, lugar de reunión del vecindario a estas alturas.

Un salto en el camino

La vida de Vicenç estuvo marcada por la tragedia, pero él no dejó que la tristeza marcase su existencia y se rebeló siempre contra cualquier infortunio. Vio morir a Carme Anglés Ventura, su mujer, al poco tiempo de casarse, pero recuperó la ilusión años después con Na Bonaventura Puig García, una mujer de carácter que devolvió las ganas de vivir al farmacéutico.

Su vida fue tumultuosa y ninguno de sus hijos pudo continuar esta línea sucesoria de farmacéuticos, no hasta que la rebelde y brillante nieta de Viçens y Bonaventura, María Victoria Soler Miret, hija de Ricardo Soler Garicano y Dolors Miret i Puig, recupera la farmacia para la familia y la lleva a la contemporaneidad, convirtiéndola en referente de la salud que es hoy.

Estamos ya en el siglo XXI y la medicina y farmacia han dado un salto definitiva al futuro. La Farmacia Soler Miret sigue próspera en la calle Sant Gregori. Nadie sabe cuánto puede durar, aunque… De momento, María Victoria Soler Miret ya tiene una hija farmacéutica, Marta Sala Soler, con tres hijos pequeños. ¿Farmacéuticos? La décima generación de los Soler Miret está a la vuelta de la esquina.

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